La primera medicina moderna
El punto de partida de la medicina
moderna puede situarse en el siglo XVII, que corresponde a la
Revolución Científica por antonomasia, aunque conviene advertir que
la ruptura de los supuestos epistemológicos y de los métodos que
entonces se produjo no se acomoda al modelo histórico construido
desde las disciplinas físico-matemáticas. Varios aspectos de la
ciencia y la práctica médicas modernas se desarrollaron
inicialmente a partir de los nuevos fundamentos que se formularon
durante dicha centuria. En otros, por el contrario, los
planteamientos renovadores y la ruptura con los métodos
tradicionales aparecieron en el siglo XVIII. Este fue el caso, sobre
todo, de la cirugía y la higiene pública, cuya “revolución
científica” hay que situar, por consiguiente, en la Ilustración.
También hubo algunos, entre los que destaca la farmacología, en los
que dicha “revolución” no se produjo hasta la primera mitad del
siglo XIX. De acuerdo con los resultados de la reciente investigación
histórica de la medicina, se está considerando como período la
“primera medicina moderna” (early modern medicine), que
comprende los procesos de renovación desarrollados en las
habitualmente llamadas Revolución Científica (o Barroco) e
Ilustración, sin delimitaciones entre ellas artificiosas o
difícilmente justificables. Se trata de una ciencia y una práctica
médicas con características claramente distintas, tanto de las del
Renacimiento, período de compleja transición, como de la “medicina
contemporánea” de los siglos XIX y XX. Conviene recordar que, en
un famoso libro (1935), P. Hazard situó la “crise de la
conscience européenne” entre 1680 y 1715, desde una
perspectiva histórica general. En el terreno de la historiografía
médica, este punto de vista fue asumido tempranamente por P. Laín
Entralgo, quien hizo constar la “condición rigurosamente
ilustrada” de Pierre Bayle y su Dictionnaire historique et
critique (1695-97), de Claude Gibert y de otros autores de
finales del siglo XVII, así como los diferentes ritmos de las
corrientes culturales, científicas y médicas, aunque mantuvo la
periodificación habitual en su espléndido compendio y en el gran
tratado que dirigió.
La forma habitual de resumir las
complejas cuestiones relativas al método científico moderno es la
exposición de una serie de normas. Ello significa el grave peligro
de confundirlo con una especie peculiar de moral, de código de lo
que está bien o mal, de lo que debe hacerse o evitarse para estimar
como correcta una actividad científica. Más complejas son las
confusiones resultantes del interminable laberinto de planteamientos
y debates filosóficos que ha motivado el asunto. Aunque todos son
respetables en principio, resultan desorientadores e inadecuados para
un primer acercamiento a un tema tan concreto como los métodos
médicos.
Además, muchos se refieren casi exclusivamente a
los problemas de las disciplinas físico-matemáticas, ignorando por
completo los peculiares de la medicina. Peores, sin embargo, son las
formalizaciones fijistas de la ciencia que pretenden tener validez
intemporal, ya que olvidan que los patrones de comportamiento que
integran el método científico están sometidos al cambio histórico
y al pluralismo cultural, lo que permite únicamente analizar su
vigencia entre los cultivadores de una disciplina o conjunto de
disciplinas durante un período determinado y en sociedades
concretas. Un ejemplo típico de formalización fijista es la de Karl
Popper, que está construida desde limitadas perspectivas culturales
e históricas y sesgada por condicionamientos ideológicos, aunque
desarrollada con una agudeza que no es frecuente en el género.
El
consumismo cultural y su dependencia del inglés constituyen una
poderosa barrera que está impidiendo conocer las aportaciones más
importantes de los estudios históricos sobre la medicina. El mundo
de habla inglesa ha contribuido de forma destacada a muchos campos
intelectuales y científicos, pero carece de tradición en este área.
Ello explica que en él se haya mantenido la hegemonía de posturas
más o menos cercanas al positivismo vulgar, que afirman la realidad
y neutralidad de los hechos y la objetividad de la ciencia basada en
ellos. La introducción esporádica de elementos aislados de la
investigación histórica sobre la medicina en el contexto de dichas
posturas ha conducido a ruidosas modas, como la falsa renovación
epistemológica encabezada por Thomas S. Kuhn o la polémica
ideológica en torno al constructivismo. Otro obstáculo procede de
la sociología funcionalista de la ciencia, cuya máxima figura es el
norteamericano Robert K. Merton. Su obra ha difundido sobre todo la
sociología europea del conocimiento, aunque privada por motivos
ideológicos de algunos de sus componentes básicos, formulando en
consecuencia una imagen idealizada de la comunidad científica
internacional.
Los métodos constituyen un aspecto destacado
de los patrones de conducta o pautas colectivas de comportamiento
vigentes en los grupos de cultivadores de las ciencias. La
característica más general de los de la medicina moderna, que
comparte con las demás áreas científicas, es admitir solamente un
conocimiento limitado a los fenómenos y sus interrelaciones, siempre
relativo y provisional, descartando un saber sobre la esencia de la
realidad, de validez absoluta y definitiva. En ello reside la
diferencia fundamental que la distingue de los sistemas médicos
clásicos.
Un consenso básico, procedente como el anterior
del positivismo, es considerar como “hechos” los fenómenos que
pueden ser recogidos con los sentidos y que reúnen las condiciones
de ser intersubjetivos y repetibles, excluyendo las vivencias
personales intransferibles y los sucesos singulares. Se admite que la
observación y la experimentación son las dos formas principales de
recoger los hechos. La observación es de carácter pasivo, porque en
ella no se controlan ni las condiciones ni el momento en que se
producen los fenómenos. La experimentación es una variante de la
observación en la que se pueden producir los fenómenos cuando se
desee y modificar las circunstancias en las que se desarrollan.
Ello
permite, no sólo una planificación activa de la recogida de los
hechos, sino también series en las que se varía de modo sistemático
una determinada circunstancia para comprobar su relación con el
fenómeno que se está estudiando. Estas series son características
de los “experimentos analíticos”, denominación que procede de
Claude Bernard, gran clásico de la metodología médica positivista.
Otra convención fundamental es aceptar que el punto de partida del
razonamiento científico es la hipótesis provisional o a priori.
Consiste en relacionar los hechos entre sí y puede hacerse de los
modos más diversos: con muy pocos datos o con series de hechos muy
amplias; basándose en la experiencia vulgar o en experimentos muy
rigurosos y especializados; de manera intuitiva, incluso de forma
inconsciente (de la que hay ejemplos ilustres en la historia de la
medicina moderna), o siguiendo unas normas lógicas muy precisas. En
cualquier caso, las hipótesis provisionales no se admiten sin
someter a prueba su validez, contrastándolas con los hechos
disponibles en cada momento. Este es el punto en el que resulta más
claro el desacuerdo entre las distintas corrientes de estudiosos del
método científico, que aquí no es oportuno recordar.
Suele
hablarse de “explicaciones” para referirse a las hipótesis que
dan razón de los hechos, contraponiéndolas a las
“interpretaciones”, cuyo objetivo es comprender el sentido que
los fenómenos tienen en un contexto determinado. Por lo general, las
explicaciones son denominadas “leyes” cuando las relaciones entre
los hechos están expresadas mediante funciones matemáticas. En
medicina hay leyes con este significado estricto, algunas de gran
importancia como por ejemplo la de Poiseuille en hemodinámica (el
flujo del volumen de un tubo es directamente proporcional a la
disminución de la presión a lo largo de toda su longitud y a la
cuarta potencia de su radio, e inversamente proporcional a la
longitud del tubo y a la viscosidad del líquido) o la de Ambard
acerca de la eliminación de la urea [...]. Sin embargo, los saberes
médicos se apoyan principalmente en “tipos” y “patrones”,
que son también relaciones entre hechos, pero formuladas
cualitativamente como expresión de la regularidad de la asociación
o presentación conjunta de fenómenos.
Fuente:
http://www.elcultural.es/version_papel/CIENCIA/5834/La_primera_medicina_maodern
Conclusiones.
Un tema científico, que mejor que la Medicina Moderna, en si esta habla de los avances que han ido surgiendo a partir de la Revolución Científica, y el desarrollo de las ciencias experimentales.
En esta actividad lo que aperendí fue el tema un poco más sobre la medicina moderna, que es de suma impotencia para el desarrollo de la vida cotidiana.
La última fuente fue:
Hecho por : Arlette Cárdenas Sánchez, Patricia Ramírez Aguilera, Juan Manuel Lobato Ruiz y Christopher Guerrero Morales.